SAN CRISTÓBAL
Cae
la tarde.
Mayo
avanza renqueando
bajo
un sol de fusiles agazapados
y
esperanzas malheridas.
Dentro
es noche a todas horas,
fuera
también es noche,
hace
ya muchos días, muchos meses
que
no amanece.
Entonces
se escucha un grito
y
la noche tiembla.
La
luz se cuela por un resquicio
entre
tanto odio
y
el fuerte escupe, monte abajo,
harapos
anhelantes,
cuerpos
desvencijados por el hambre
y
la rabia contenida.
Después
la luz se agrieta de nuevo,
cede
el campo a la boca negra de los fusiles
y
ya la primavera se desangra por las faldas de Ezkaba.
La
noche tiende otra vez sus brazos eternos
bajo
el silencio impuesto por los vencedores.
San
Cristóbal: ¡cómo nos duele tu nombre
en
la garganta!
Hoy,
al fin, te vemos derrotado,
sellada
tu boca para siempre.
Únicamente,
desde el vientre de tus patios,
nos
llega un murmullo contenido
y
la voz de Jacinto, Fernando,
Ángel,
Leopoldo… aventando desde el pecho
la
memoria rescatada.
KOLDO PLA
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