Hace
diez años, 21 de febrero de 2011, inaugurábamos la placa colocada en el
cementerio de Aizoain; era la segunda placa colocada en este cementerio ya que
la primera había sido destruida por los falangistas en 2009 y hubo que
reponerla.
En
una mañana fría la solidaridad estuvo muy por encima de las inclemencias del
tiempo. Silvia, nieta de Silvestre Escámez, uno de los diez presos enterrados
aquí, vino desde Barcelona. Teresa, presidenta del concejo, le entregó la llave
del cementerio que, desde ese momento, era también su cementerio. Nos acompañó,
una vez más, Ernesto Carratalá, preso en el fuerte.
Pusieron
música al frío Maite Mené, Barricada y el Taller de Txalaparta de Uharte. Hubo
txistu, dantzaris y aurresku en honor de los diez presos cuyos nombres figuran
en la placa. Unos en plena madurez como Juan Oviedo o José Novoa, con sus 60 y
59 años respectivos; otros con la juventud recién estrenada como el labrador
ferrolano José Mª Bello, curiosamente convecino de Manuel Rivera, los dos de 18
años y este último asesinado en la fuga.
Era
ya hora de reconocerlos, de hacerlos visibles, mostrar sus nombres y su
historia, de levantar el silencio que sobre nuestros pueblos cayó y arraigó
durante tantos años como una niebla que todo lo diluye, que todo lo olvida. Era
hora, sí y así lo demostró la riada de personas que acudieron al acto desde las
diferentes localidades del entorno. Memoria en marcha, una vez más.
Gracias por recordar ese día tan emotivo. En el cementerio de Aizoain está el hermano de mi madre, ella os agradece el trabajo que que estáis haciendo. Desde que sabe dónde está su hermano ya no llora.
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