ASOCIACIÓN TXINPARTA-FUERTE SAN CRISTÓBAL RED DE MEMORIA COLECTIVA

Somos un colectivo de personas implicadas en recuperar la memoria de las personas represaliadas en el Fuerte San Cristóbal: recuperar sus nombres, su historia colectiva y sus avatares individuales, sus muertes, sus enterramientos, su dispersión… y compartirlo con sus familias y con toda la sociedad. Este es el objetivo de la Asociación y este es el objetivo de este blog en el que esperamos tus visitas y tus aportaciones. Un saludo.

TXINPARTA-FUERTE SAN CRISTÓBAL ELKARTEA, MEMORIA KOLEKTIBOAREN SAREA

Gure taldearen helburua San Cristóbal Gotorlekuan errepresaliatuak izan zirenen memoria berreskuratzea da: beraien izenak, beraien historia kolektiboa zein bakoitzaren gorabeherak, beraien heriotzak eta lurperatzeak, dispertsioa… berreskuratu eta senitartekoekin zein gizartearekin partekatzea. Hauxe da elkarte honen helmuga eta baita blog honetakoa. Bertan eginiko bisitak eta ekarpenak eskertzen dizkizuegu.

viernes, 21 de febrero de 2020

AIZOAIN 21/02/2010


Hace diez años, 21 de febrero de 2011, inaugurábamos la placa colocada en el cementerio de Aizoain; era la segunda placa colocada en este cementerio ya que la primera había sido destruida por los falangistas en 2009 y hubo que reponerla.

En una mañana fría la solidaridad estuvo muy por encima de las inclemencias del tiempo. Silvia, nieta de Silvestre Escámez, uno de los diez presos enterrados aquí, vino desde Barcelona. Teresa, presidenta del concejo, le entregó la llave del cementerio que, desde ese momento, era también su cementerio. Nos acompañó, una vez más, Ernesto Carratalá, preso en el fuerte.

Pusieron música al frío Maite Mené, Barricada y el Taller de Txalaparta de Uharte. Hubo txistu, dantzaris y aurresku en honor de los diez presos cuyos nombres figuran en la placa. Unos en plena madurez como Juan Oviedo o José Novoa, con sus 60 y 59 años respectivos; otros con la juventud recién estrenada como el labrador ferrolano José Mª Bello, curiosamente convecino de Manuel Rivera, los dos de 18 años y este último asesinado en la fuga.

Era ya hora de reconocerlos, de hacerlos visibles, mostrar sus nombres y su historia, de levantar el silencio que sobre nuestros pueblos cayó y arraigó durante tantos años como una niebla que todo lo diluye, que todo lo olvida. Era hora, sí y así lo demostró la riada de personas que acudieron al acto desde las diferentes localidades del entorno. Memoria en marcha, una vez más.
           

lunes, 3 de febrero de 2020

Conocer mi propia historia, la historia de mi familia, la historia de mis abuelos.

Berriosuso 24/01/2010

“Me llamo María Digna, soy bisnieta de Manuel González natural de Ribadavia en Orense. Tengo 32 años y como la mayoría de mi generación,  prácticamente no tenía mucha idea de lo que fue la guerra civil, era ese tema del libro de historia que nunca llegábamos a dar por que estaba al final del libro (cuando estaba en algún libro) y acababa el curso antes de llegar a estudiarlo. Veía en la televisión reportajes sobre historias de la guerra, y me parecían tan lejanas.
Hace como dos años salió un artículo en un periódico gallego, sobre una familia que había localizado los restos de un familiar que estaba preso en el fuerte de San Cristóbal, y nombraban a otra gente que también podrían estar allí, entre ellos un vecino de Ribadavia.  Lo leyeron mis abuelos, y mi madre me lo envió por correo, diciéndome que como yo siempre ando metida en el ordenador, a ver si podía enterarme de algo.
Así, llamando a un lado y a otro llegué a contactar con Koldo y la asociación. Una nunca se da cuenta de lo que tiene que agradecer a gente que ni siquiera conoce. Agradecerles  que se preocupen por los que no pueden hablar, agradecerles por representarnos a los que no estamos presentes pero sobre todo, tengo que agradecer que me ayudaran a conocer mi propia historia, la historia de mi familia, la historia de mis abuelos.
Mi bisabuelo Manuel, ingresó en el fuerte de San Cristóbal el 14 de julio de 1937, condenado a reclusión perpetua, murió tres años después con 34 años. Era un hombre de aldea, una buena persona, al que solo le preocupaba poder llevar un plato de comida a su humilde casa. En esa casa quedaron esperando su regreso su mujer y sus hijos, entre ellos mi abuela; no solo le arrebataron a su padre, le arrebataron también el poder velarlo tras su muerte. Por lo menos ahora nos queda el consuelo de que su nombre figurará en su tumba, un derecho que cualquier persona debería tener.
Nuestro corazón está con vosotros, nuestro agradecimiento no se puede explicar. Muchas gracias por todo lo que hacéis.

María Digna Balsa