Publicamos otro texto que se leyó en la inauguración de la placa de homenaje en el Cementerio de Artika. Es del sacerdote Guillermo Múgica. Os animamos a leerlo...
PALABRAS EN ARTICA
(9 – V – 2009)
Queridos familiares de las
víctimas del Fuerte inhumadas en este Cementerio, triplemente víctimas: por su
dignidad y derechos violados; por los padecimientos sufridos en ese Penal
inclemente de San Cristóbal del que fueron prisioneros; y por la violencia
represiva que minó sus vidas, cuando no acabó abruptamente con ellas. Estimadas
y dignas autoridades de este Concejo de Artica, que habéis tenido la
sensibilidad y el acierto de aprobar unánimemente este homenaje, de organizarlo
y de convocar a todo el vecindario a sumarse al mismo: todo ello os honra.
Vecinos y vecinas de esta población: es un honor compartir, como invitado
foráneo, estos momentos con vosotras y vosotros. Amigas y amigos:
¡La palabra, en su momento. Aunque más vale tarde que nunca!
Más que la pesada tierra que oculta y esconde sus restos, la gran losa
que ha pesado sobre estos 17 hombres de bien ha sido la del silencio. Hoy esta
placa se torna sonora. Estos 17 nombres – y otros grabados en otras partes, y
en el Parque de la Memoria
- constituyen otros tantos gritos que desgarran el silencio de la muerte y el olvido,
y proclaman el valor inviolable de la vida, de la dignidad, de la conciencia, de la libertad, de la justicia… En este
sentido, hoy, esta simple placa sienta magisterio, pues nos muestra por dónde no y por dónde sí debemos ir en adelante; al tiempo que templa y caldea, - con las
brasas del reconocimiento, la solidaridad y la denuncia -, el viento frío y
cortante que el pasado todavía destila por las faldas de este monte.
He dicho hace unos instantes: “La
palabra, en su momento”. Porque, en efecto, en nuestra tierra, cuando llegó
dramáticamente el momento y se hizo precisa la palabra, ésta optó por apagar su
voz, o por bendecir y santificar la barbarie desatada, y hasta, en algunos
casos, por convertirse en aullido unido al de la jauría. Es cierto, en general
huyó la palabra. Es verdad que no faltan excepcionales historias en sentido
contrario; pero, en general, huyó la palabra. Y su exilio, o su voluntario,
temeroso o interesado encapsulamiento interior, han durado mucho tiempo, demasiado tiempo. Mirad,
yo soy un cura. No estoy aquí en representación de nadie. Casi no tengo otro
patrimonio que no sea el de la palabra. Pues bien: no en nombre de la Iglesia – que no soy nadie
para hacerlo -, pero sí como parte de ella, quiero cargar sobre mí la culpa de
su silencio y complicidad en esta tierra, y, si de algo os sirve, quiero
también pedir perdón a todos. Y lo hago no porque las víctimas fueran o no
cristianas – que no lo sé -, sino porque eran gente honesta, personas, miembros de la familia humana, hijos
de Dios según mi fe. Y, en cuanto tales, eran portadores de una dignidad y de
unos derechos inalienables e inviolables.
He dicho también: “más vale tarde que nunca”. Por eso
quiero añadir, para terminar, algo que la mayoría no sabe: que, aun en medio de
la tardanza, ha habido madrugadores y trasnochadores; y que, entre los
primeros, están precisamente aquellas generaciones del clero navarro que hoy
rondan los 70 y 80 años. Estos fueron quienes, ya en Septiembre de 1971, en la Asamblea Conjunta
de Obispos y Presbíteros de la
Iglesia en España, que tuvo lugar en Madrid, propusieron y
lograron la aprobación por mayoría absoluta de la Asamblea de un texto en
el que la Iglesia
se autocriticaba por su postura en el 36 y en el largo período posterior; y
pedía perdón por no haber sido netamente, como le correspondía y era su deber,
servidora de la justicia, la paz y la reconciliación. Desgraciadamente,
intensas campañas e intrigas, externas a aquella Asamblea aunque con motivo de
ella, y el hecho de que la moción no obtuviera la mayoría requerida de dos
tercios para pasar a formar parte de las conclusiones de aquella, hicieron que
este importante hito en el itinerario de la recuperación de la memoria cayera
en el olvido. Hoy lo traigo a colación solamente a modo de refuerzo de mi reconocimiento de estas y de todas las víctimas de
la injusta represión franquista, de mi petición de perdón y de mi deseo de
aportar algo de consuelo – parco consuelo, lo sé – al duelo de los familiares.
Guillermo
Múgica.
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