12 de octubre. Mañana fresca. El autobús viene de Lezama. El resto del grupo ha invertido la fuga de Jovino Fernández. Regresan desde Urepel hacia el fuerte.
La carretera ha sido bacheada. La memoria se desliza pendiente arriba por el cementerio de Artica, el monolito, las fosas de la última curva, el fuerte.
La puerta, sellada. Nadie ha
contestado la petición de visitar el interior. Lo hacemos con el relato en
euskera, con la descripción de espacios y edificios, con la imaginación, con la
percepción del sufrimiento de quienes padecieron hambre, frío, enfermedad,
golpes, balas, muerte.
Lo rodeamos por el exterior:
a la izquierda el espacio cerrado por el foso, a la derecha el horizonte de los
Pirineos donde asoma el sueño de la libertad y un reguero de muertos. Nos
hundimos en el vientre de los fosos, en la oscuridad de la piedra y sus
túneles, en el recuerdo negro de la historia secuestrada.
Respiramos de nuevo y nos
acercamos respetuosos al recinto del cementerio que aún los acoge. Se desgranan
historias que aquí confluyen, historias de caminos lejanos, diversos,
dolientes, que aquí se abrazan.
Las botellas los velan, los
acompañan, los identifican. Solidarios ellos entre sí, nos hacen a nosotr@s
también más solidari@s.
Nos acercamos a la ciudadela
y visitamos el lugar donde fueron fusilados los organizadores de aquella fuga.
Regresamos con nuevos lazos
de amistad y de memoria.
Ondo izan, Lezama Bizirik Auzo Elkarteko lagun berriak. Eskerrik asko zuen bisitagatik.
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