Intervención
que realizó en el homenaje de este año ANA FERNÁNDEZ, hija de uno de los tres
presos fugados que llegó a Francia; merece la pena pararse a leerla.
Conmemoración del 80 aniversario: mayo 2018
Soy Ana Fernández Gurruchaga, hija de Jovino Fernández González,
uno de los tres fugitivos que, junto a Valentín Lorenzo y José Marinero, tuvo
la suerte de conseguir cruzar los Pirineos y alcanzar la libertad. Cuando vine
a Pamplona al homenaje del 22 de Mayo por primera vez fue en 2009 tras haber
descubierto por Internet el excelente libro “La gran fuga de las cárceles
franquistas”, de Félix Sierra e Iñaki Alforja, el cual con entusiasmo y
profesionalismo, se puso en contacto conmigo por mediación de la editorial
Pamiela y se desplazó hasta Francia para conocerme. A Félix y a Iñaki les
agradezco de todo corazón por el interés que han manifestado desde un principio
y por la labor acertada de investigación que ambos han desarrollado en esa
hermosa obra. Las conmemoraciones sucesivas y mis visitas al Fuerte desde
entonces, me han permitido, además de descubrir el infierno de piedra y la
monstruosidad del cementerio de las botellas, conocer la Asociación Txinparta
con Koldo Pla a la cabeza; Gente maravillosa, de buena voluntad y corazón. He
encontrado aquí una verdadera familia, acogedora, siempre dispuesta a sostener
esta causa que todos compartimos. Gracias, Txinparta. Y la familia se ha ido
ensanchando .Se ha agregado Fermín Ezkieta con su nuevo libro “Los Fugados del
monte Ezkaba” que sigue y completa las informaciones sobre la fascinante
epopeya, como él dice, de los presos de San Cristóbal. Yo acepté colaborar
modestamente, pero con una intensa emoción, al darme cuenta de que los hechos
de la Guerra
de España, los que solía contarme mi padre, no eran sólo recuerdos de familia,
sino que también pertenecían a la
Historia, la de su generación, la de tantos compañeros
republicanos que lucharon hasta el fin, para defender su ideología de justicia
y de libertad.
Y hoy en día, gracias a todos vosotros, particulares y
asociaciones diversas y múltiples, como Aranzadi, se ha abierto el camino de la
recuperación histórica con actos, conferencias, exhumaciones, y se ha vuelto a
construir en el monte la ruta que los fugados emprendieron hasta llegar a
Francia : el GR 225. Fue Fermín, con sus compañeros, quien se empeñó en
recuperar el trazado desde el monte Ezkaba hasta el valle de Aldudes, más
precisamente el pueblo de Urepel, donde llegaría mi padre después de 13 días de
infierno. Un abrazo muy fuerte, Fermín, por tu tenacidad y motivación. Es de
agradecer también al Gobierno de Navarra que ha contribuido, desde la ley de
Memoria Histórica proclamada por Zapatero en 2004, al desarrollo del trabajo de
las investigaciones e indagaciones diversas en una amplia e intensa
colaboración . Mi padre, oriundo de la provincia de León, trabajó de minero en
un pueblo del Bierzo, antes de afiliarse a la CNT en 1931; cuando la sublevación militar de
julio, forma parte de las milicias de Asturias, participa en el frente de
Oviedo, más tarde en la defensa de Bilbao el “cinturón de hierro” y siguiendo
el Frente del Norte, en las batallas de Santander. Fue atrapado en Esles,
condenado a muerte por rebelión militar, pena que se le conmuta por la
reclusión mayor. Llegó a Pamplona en tren el 23 de Octubre de 1937. En la estación
fue conducido al Fuerte en un camión cerrado, registrado luego como el preso
Número 2332. En la entrevista del 16 de Junio de 1938 que dio en el cuartel Karl
Marx en Barcelona al periódico «Solidaridad Obrera», evoca los momentos de la Fuga.
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Jovino Fernández González |
“Era domingo, al atardecer, paseábamos por el patio. Se
nos acercó un ordenanza del economato y nos dijo en tono misterioso: hay jaleo,
cuidado. Hay que ser muy prudentes. En esto sonaron unos tiros. Entraron en el
patio unos compañeros con fusiles y vestidos de oficiales de prisión. Les seguimos.
Las puertas del penal estaban abiertas y la guardia de soldados prisionera y desarmada.
Parece que la guardia exterior estaba cenando cuando fue sorprendida. ¿Cómo se
logró desarmar de sus pistolas a los guardianes y dar los primeros pasos del golpe?
No lo sé. Nos apresuramos a salir. Corríamos. Salimos unos mil setecientos. Era
entre dos luces. Desfilábamos todos casi en columna compacta hacia el monte. A
las dos horas ya funcionaban los reflectores por todas partes y por las
carreteras volaban los camiones cargados de guardias civiles y de requetés; la
columna se desparramó por los bosques y por los barrancos en la noche. Al día
siguiente, desde nuestros escondrijos, comprobábamos con qué rabia se nos perseguía:
perros, curas, mujeres con fusiles y boinas rojas, requetés, guardia civil y
soldados andaban y venían por los montes detrás de nosotros. No se atrevían a
penetrar en los bosques, porque a lo mejor temían que estuviéramos armados.
Nosotros permanecíamos en las espesuras durante el día y por la noche
avanzábamos. Yo, iba con un grupo primero de unos veinte compañeros y a los dos
días quedábamos tres y más tarde quedé yo solo. La persecución seguía dura y
tenaz. En una ocasión, permanecí más de dos horas metido en un río. Ladraban
los perros. “Pues ese cabrón se ha metido aquí y aquí lo hemos de encontrar”, decía
un cura con fusil. Nos separaba la distancia de dos metros de maleza alta. Fue
un trago de los más duros.
Así pasaron cerca de diez días. Comía hojas de roble y
hierbas las que creía que pudieran ser buenas. Estaba hecho polvo. Tenía
entendido que desde Pamplona a la frontera sólo hay 47 kilómetros. Muchas veces
creí que por más esfuerzos que hiciera no podría llegar nunca. Todo estaba
terriblemente vigilado. Cada día me libraba por milagro de que me atrapasen. No
hay nada comparable a eso. Al fin, un día, a los doce de haber salido del penal,
me encontré un pastor. Me dio pan y queso; le dije que marchaba hacia Guipúzcoa
y le pregunté si iba bien. Me contestó que estaba en territorio navarro a
cuatro kilómetros de Francia. Estaba a punto de desvanecerme. Me aconsejó que
permaneciera en el bosque escondido hasta el día siguiente, que él me ayudaría
a pasar la raya de Francia. Así fue. Al otro día burlé una vez más las líneas
de vigilancia. Eran las últimas. Estaba ya en Francia. De allí al Consulado de
Hendaya y de allí a Barcelona. Ya lo tenía merecido. Y ahora otra vez soldado.
Para eso quería salir de aquel infierno”.
Si mi padre logró superar tantas dificultades y
calamidades, sería por su sangre fría, su gran resistencia física y moral, su
valentía y arrojo pero también por la suerte que le acompañó hasta la meta. La
suerte, por desgracia, no la tuvieron los compañeros de infortunio que fueron
acribillados como alimañas en los montes de Ezkaba. Más tarde, como teniente,
se unió al Frente del Segre y el 9 de febrero de 1939, después de un breve
matrimonio con mi madre, a la cual conoció en Barcelona, refugiada de San
Sebastián, tomó por segunda vez la ruta hacia Francia, el Exilio. La Retirada, un triste y
cruel desenlace para 500.000 españoles republicanos, huyendo de la persecución
franquista y los bombardeos de los fascistas italianos. De estos momentos
escribió Federica Montseny: “Quién
pudiera olvidar esas horas, ese espectáculo de las montañas llenas de gente que
acampaba bajo los árboles, temblando de frío y de terror”.
Pero en Francia, país de los derechos humanos, no
encontraron de parte de las autoridades un asilo que necesitaban y que
esperaban. Fueron recibidos como indeseables, recluidos en las cercanías de Perpignan,
en campos de concentración, cercados por barreras de espinos, Argeles, Saint
Cyprien y Barcares. “Hambre, sed, frío, desesperación, humillación, brutalidad,
fueron las primeras experiencias francesas vividas por una gran mayoría de
refugiados”, dijo Evelyn Mesquida, en su libro La
Nueve.
De todos esos campos saldrían miles de ellos a
trabajar para la Nación,
incluso en compañías de trabajo obligatorio en Alemania. Francia estaba en
guerra y necesitaba mano de obra para suplir a los combatientes. Así fue como a
mi padre le trasladaron a trabajar en las minas de carbón de Decazeville. Otros
se exiliaron más lejos cruzando el charco hacia América. Para todos empezó un
exilio que duraría hasta la muerte de Franco, con un anhelo inconmensurable de
volver. Siguiendo la lucha contra el fascismo, unos se alistaron en la Resistencia Francesa.
Otros se unieron al general Leclerc para formar, en la Segunda División
Blindada, la compañía de la Nueve.
La Nueve fue la primera que entraría en París y contribuiría
a liberarla capital el 24
de Agosto de 1944, con vehículos blindados que llevaban nombres de batallas,
trágicamente ilustres: Guernica, Teruel, Guadalajara. El capitán Dronne decía
de ellos: “No tenían el espíritu militar. Eran incluso antimilitaristas, pero
todos eran magníficos soldados, guerreros valientes y experimentados. Unos
combatientes de la Libertad”
Pero no olvidemos a los demás vencidos, a los
derrotados que tuvieron que quedarse aquí en España y que, pese a una represión
masiva y cruel, siguieron el combate con pugnacidad y valor, los guerrilleros
de los maquis, que se echaron al monte creyendo hasta el final en un mundo
mejor. No olvidemos a los reclusos que resistieron tras los barrotes de las
cárceles franquistas, en el hacinamiento de los penales, pagando con su
juventud e incluso con su vida el derecho a la libertad. No olvidemos a los
familiares, mujeres e hijos que sufrieron un larguísimo período de represión,
abusos, vejaciones y humillaciones. No olvidemos a los que fueron sacados de
paseo y que jamás volvieron, abandonados en una cuneta, junto a la tapia de un
cementerio, echados en una fosa común, durante más de 80 anos. No olvidemos a
todas las víctimas de esa larga agonía, a los que no cayeron “Por Dios y por
España” sino sólo “Por España”, defendiendo a la República. También
ellos merecen un sitio en la
Historia.
Sabed pues, queridos compañeros y amigos,
que nosotros, hijos de Republicanos Españoles, aunque nacidos en el Extranjero
pero nutridos con el trauma de nuestros padres, esa cruel tragedia arrinconada
en las memorias durante décadas, llevamos a España en el corazón y no olvidamos.
Albert Camus escribió en su libro La
guerre d'Espagne: “Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede
tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma y que a veces
el coraje no obtiene la recompensa”.
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