Habíamos
hecho un mes antes el homenaje en el cementerio de Larragueta, muy cerquita de
este. El silencio acumulado en estos pueblos comenzaba a resquebrajarse. La
colaboración del concejo posibilitó hacer una charla la víspera en la sociedad
y tener su apoyo al día siguiente. Koldo Miranda y el grupo de folk Zindiku,
familiares de Pedro Pérez, Luis Villar, Primitivo Posadas, Tito López… nos
acompañaron en el acto. También el alcalde de Pradoluengo.
En
la placa todos sus nombres:
El
Barakaldés José Ramón Mazo inauguró esa lista de 15 que figuran en ella. Era el
30 de Diciembre de 1937. Pedro Pérez fallecería el 13 de Enero siguiente. Luis
Villar el 13 de Noviembre de ese 38, año en que se había producido la fuga del
22 de mayo. Ramón Alonso el año siguiente, el 28 de Julio. Primitivo Posadas
dos años después, el 10 de junio del 41. Tito López el 23 de Noviembre de ese
mismos año.
José
Manuel Herrera, de Suances, fue el último de ellos, el 4 de Abril del 42, uno
de los últimos enterrados en estos cementerios de la Cendea de Antsoain.
Txinparta,
Red de Memoria Colectiva, les dedicó estas palabras:
Durante muchos años habéis sido
silencio,
después rumor, luego cifra,
sólo hace unos años que sois recuerdo,
memoria, nombre,
ojos, caras, manos.
Hoy os recogemos del fondo del olvido,
os rescatamos de los archivos ocultados
en el palacio arzobispal,
en el destartalado y vergonzoso archivo
de la cárcel,
en las carpetas de los secretos
militares,
en las conciencias negras de los
fascistas,
en las memorias silenciadas de las
personas de bien…
Hoy hacemos corro y apretamos las manos
junto a vuestros seres queridos,
gritamos con todas las letras vuestros
nombres,
recuperamos la voz que os apagaron,
aventamos de nuevo vuestros sueños
republicanos,
vuestras ansias de justicia, de
igualdad,
vuestro sueño imposible de libertad
física,
vuestro sueño abortado de conciencias
libres, sin tutelas,
vuestro deseo sencillo y cotidiano de
ser, de estar,
de trabajar, de gozar, de reir… con los
vuestros,
de vivir, en definitiva, con la dignidad
que vuestros carceleros, vuestros
delatores, vuestros asesinos
nunca pudieron tener.
Al fin, en esta tierra que os fue
hostil,
a tantos kilómetros de vuestras casas,
levantamos un pequeño refugio para el
recuerdo,
un lecho para todas las lágrimas
acumuladas,
un punto de encuentro para vencer los
olvidos,
un pequeño bálsamo para las heridas
viejas.
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