En la primavera de 1942 se abre un cementerio en la ladera norte del monte Ezkaba para inhumar a los presos que morían en el fuerte, ya convertido en Hospital Penitenciario de San Cristóbal.
Anteriormente los presos eran enterrados en los cementerios de las 12 localidades que configuraban la Cendea de Antsoain hasta que los pueblos comienzan a quejarse de la situación y se decide hacer uno propio para el fuerte.
En
él se enterraron a 131 penados, debidamente
individualizados y con una botella entre sus piernas (de ahí el nombre
de “cementerio de las botellas”) en la que se incluía un documento con datos
del preso: nombre, edad, estado civil, procedencia, condena, causa del
fallecimiento…
En
1945 se cierra el Sanatorio Penitenciario de San Cristóbal y queda en el
olvido, camuflado en la vegetación que lo va cubriendo y haciendo desaparecer
como si allí no hubiera sucedido nada.
En
abril de 2006 Roldán Jimeno, hijo del
historiador José María Jimeno Jurío, encuentra un listado de su padre con 73
presos enterrados en el cementerio de San Cristóbal.
Las
noticia sale a la luz, se da a conocer a la ciudanía en una rueda de prensa. En
el día del homenaje de ese año hay otra sorpresa: Diario de Navarra publica un
artículo titulado “El cementerio de las botellas” donde se afirma que son 131 los enterrados y se
muestra un plano del mismo, realizado por el capellán, documentación que procede
del Archivo Diocesano.
Eran
hechos conocidos por la Iglesia, autoridades…, pero no por los familiares de
los muertos que desconocían dónde estaban enterrados.
Cuando
accedimos al cementerio, no se diferenciaba del resto del monte, estaba
cubierto de árboles y maleza.
Nos
planteamos la idea de exhumar esos restos; para ello era necesario solicitar a
la Comandancia Militar de Pamplona el permiso (es terreno militar) y comenzar a
localizar familiares, objetivo bastante complicado debido a la gran dispersión
geográfica de los mismos.
En
abril del 2007 realizamos labores de limpieza en el cementerio y en Junio de
ese año se inician las dos primeras
exhumaciones. En julio, otra más.
Todo
sale bien y la primera botella con
documento legible nos confirma que, efectivamente, aquel era Andrés Gangoiti
Cuesta, tal como habíamos deducido por el plano.
En
octubre de ese mismo año iniciamos otra exhumación y fracasamos; en el lugar no
aparecen restos, por lo que cuestionamos nuestra interpretación del plano y hacemos
un parón en las exhumaciones.
En
junio de 2010 se inicia una actuación
sobre el cementerio poniendo a la vista todos los enterramientos, incluidas
algunas botellas con documentos que nos permiten reinterpretar el plano y
exhumar los restos de 31 presos solicitados por las familias.
En
diciembre de 2010, siete familias de presos solicitan la exhumación de los
mismos y se lleva a cabo.
En
mayo de 2011, coincidiendo con el homenaje de ese año, se realizan dos exhumaciones
más, y los restos son entregados a sus familiares en el mismo homenaje.
En
noviembre de 2013, en un paisaje completamente blanco por la nevada,
se realiza
la exhumación de Diego Cáceres, última realizada hasta el día de hoy.
Todos
los restos con sus correspondientes informes forenses fueron entregados a sus
familiares.
La
no realización de nuevas exhumaciones se ha debido a la dificultad de encontrar
a familiares o a las reticencias mostradas en algunos casos para iniciar el
proceso.
El
cementerio poco a poco va volviendo a su estado anterior: la hierba y la
vegetación van creciendo de nuevo, pero no ha quedado en el olvido. Con cada
visita que acompañamos al fuerte, vamos hasta él, contamos su historia,
hablamos de los presos que continúan ahí, que los tenemos localizados, que
sabemos sus nombres, cuándo murieron y de qué, pero que en la mayoría de los
casos sus familias no lo saben.
Txinparta, entre sus objetivos para el 2017, incluye: “Realizar un
proyecto de reparación y propuesta de actuación sobre el Cementerio de las
botellas”.
Nos planteamos como mínimo hacer una labor
de limpieza y reparación de paredes con jóvenes de Txinparta Gaztea y otros
voluntarios. Para ello habíamos solicitado un proyecto técnico básico al que
atenernos. Pero desde Paz y Convivencia se nos dijo que paralizásemos la
iniciativa, porque lo iban a plantear como campo de trabajo a través del
Departamento de Deporte y Juventud del Gobierno de Navarra.
Ante esta situación pensamos que había que
desarrollar más el proyecto técnico y así se lo pedimos al equipo de
arquitectos que, efectivamente, lo desarrolla incluyendo, además del arreglo y
limpieza, elementos simbólicos de memoria.
Al fin el campo se desarrolla del 25 de julio al 8 de agosto
bajo la responsabilidad de la Sociedad Aranzadi y se limita a la idea básica de
limpieza y arreglo de paredes, que no se puede concluir en todo el recinto.
La responsable del grupo de trabajo nos invita a guiar una visita al fuerte con dicho grupo y otro que en la zona de Burguete trabaja en el rescate de los búnkeres.Como no se había solicitado oficialmente la visita al interior, la hicimos por el exterior, compartiendo con el grupo joven la historia y las historias que en torno al fuerte hemos conocido y oído a los presos que allí estuvieron. Nos acompañaron responsables del Departamento de Deporte y Juventud.
También les acompañamos el último día,
cuando daban los últimos retoques y recogían el material. Coincidimos con la
visita (que desconocíamos) de los responsables de Paz y Convivencia con la
Consejera al frente. Las y los jóvenes estaban felices por el trabajo realizado
y porque han conocido la historia tan especial de este lugar, sobre todo a partir
del golpe militar, ya que también han tenido charlas y contactos con otras
personas o asociaciones relacionas con la Memoria Histórica.
Es un buen inicio para preservar y
convertir el Cementerio de las botellas en un lugar de memoria histórica. Agradecemos
a todas las personas e instituciones que lo han hecho posible. Txinparta
continúa con la tarea de localizar a familiares de los enterrados y ofrecerles
la posibilidad de exhumarlos y que ese sea un lugar de Memoria Histórica debidamente
señalizado con sus muros reparados, indicando el lugar donde fue o está enterrado
cada preso del fuerte.
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